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TARIKU

27.02.2014 15:12

A petición de algunos amigos, publico aquí parte de un cuento que escribí para Tarikú.

TARIKU es su nombre original, significa TU CAMINO.

Papa y Mamá queríamos tener de nuevo un hijo y con ello, darle también un hermanito a Ian, que ya tenía casi 6 años. Entonces recordamos que había diferentes formas de ser padres, y esta vez elegimos buscar un niño que al mismo tiempo estuviera buscando una familia porque había perdido la suya. Y esta idea fue creciendo en nuestros corazones.
Pronto fuimos a informarnos y  descubrimos que habían muchos niños en todas partes del mundo esperando unos papas (China, Sudamerica, África, incluso aquí mismo en España). No lo pensamos demasiado, enseguida decidimos que nos gustaría que fueras africano por muy lejos que estuviera África. Y es que, siempre que veíamos un niño de color chocolate nuestro corazón latía más fuerte. ¿No lo sabías? Los africanos son de color chocolate, alguno más claritos como el chocolate con leche y otros menos, como el chocolate negro. Y los europeos son de chocolate blanco, ¿no crees?
Tuvimos que rellenar muchos papeles y nos hicieron muchas preguntas, todo para asegurarse de que el niño que algún día sería nuestro estaría bien cuidado. Durante todo este tiempo de espera, la ilusión seguía creciendo más y más en nuestros  corazones y  manteniéndose encendida  como la luz de una vela, algunas veces más intensa y otras veces más serena.
Un día recibí una llamada de teléfono, en ella me decían que ya nos habían asignado un niño.  Casi me da un pasmo de la alegría. Avisé a Papá y fuimos corriendo a la oficina a que nos contaran. Por el camino nos preguntábamos si serías un niño o una niña, que edad tendrías, como serías, y como estarías… Cuando llegamos y vimos tu foto, todos nos miramos sonriendo, pensamos que eras hermoso. Y esa llama que iba creciendo en nuestros corazones brilló más que nunca. Eras un niño, te llamabas Tarikú y tenías un añito. Cuando Ian vio que eras un niño  exclamó: “¡bien, podremos jugar a futbol!”
Empezamos a preparar todo para el largo viaje a África, estábamos muy emocionados, porque en este viaje te traeríamos con nosotros a casa. Fue un mes de diciembre, poco antes de Navidad, cuando de camino al aeropuerto, empezó la aventura. Ian nunca antes había subido en avión y tenía muchas ganas, fue maravilloso ver las nubes desde arriba, y los barcos como pequeñas hormiguitas allí abajo. No solo uno, sino dos aviones fueron necesarios para llegar hasta la tierra donde naciste.
Después de casi 12 horas de viaje llegamos a Etiopia, era de noche y yo me preguntaba al salir del aeropuerto, como se vería la luna desde allí.. Descansamos esa noche, y a la mañana siguiente nos levantamos impacientes, ¡esa mañana te conoceríamos Tarikú!
Bajamos a la recepción del hotel a esperar y al poco tiempo entró una mujer uniformada con un bebé al brazo. Tomé una respiración, la más profunda de mi vida y le dijo a Ian: ” Ian, es tu hermano Tarikú, ¡vamos a verlo!”. Papa había subido un momento a la habitación, cuando bajó estabas sentado con tu cuidadora en un sillón con Ian y Mamá al lado. Estabas algo asustado pero  Ian cogió un globo y empezó a jugar contigo; mientras Papa y Mamá comentábamos lo guapo que eras. Al cabo de un rato, ya estabas sonriendo; entonces la cuidadora se levantó, te dio un beso, te dijo adiós y se fue; luego papa, se sentó a tu lado mientras seguíais jugando con el globo.
Fue en ese momento cuando la luz de nuestros corazones se materializó en una carita sonriente que aún hoy cuando  vemos y como si de un sol se tratase, ilumina nuestras almas. Al igual que nos pasa con Ian.
Todos coincidíamos en que eras muy alegre, ya que siempre nos hacía reír.
Pasamos un tiempo en África antes de volver a casa, junto a otras familias que como nosotros habían ido a recoger a sus hijos. Lo pasamos todos muy bien, sobre todo los niños que cada día salíais a jugar al patio del hotel.  Claudia, Yabu, Ageru, Pablo, Jaime, Mesky, Ayelon, Maria, Devisa, Adis,… fueron algunos de los niños que nunca olvidaremos.
Durante ese tiempo en África estuvimos todos muy a gusto, los africanos son muy amables y simpáticos, por lo que nos sentíamos muy bien allí; y Cachu, nuestro guía, nos acompañaba donde necesitábamos.
Cuando llegó el día de irnos, teníamos sentimientos ambivalentes, la alegría por volver a casa, y la nostalgia de dejar atrás la familia tan grande que allí habían creado y el país tan hermoso, al que sin duda, algún día volveremos.
El día de vuelta a casa, estuviste durmiendo durante todo el viaje. Pudimos ver amanecer desde un avión, es mágico, todos  quedamos maravillados con aquel espectáculo de luz.
Durante los primeros días en tu nuevo hogar, fuiste conociendo poco a poco al resto de tu familia en España, tus abuelos, tus tíos, primos, amigos y vecinos, por los que fuiste tan bien recibido.
Una de las cosas que más te gustaba, era subir a cualquier sillita, la del coche, la de la bici con Papá, en el pañuelo con Mamá, en el carrito de paseo, en la sillita de comer,… sentías verdadera pasión por tu biberón por las noches, el cual te acompañaba en tus sueños, junto a tus nuevos papas, como si de un peluche se tratara.
Día a día, fuiste descubriendo juegos nuevos que te encantaban: a pillar con Ian, a cazar los gatos de la familia, con el agua en la ducha, con la tierra…
Y aunque gateabas a toda velocidad en Etiopia, a los pocos días de estar en España, aprendiste a andar y no podías evitar bailar siempre que oías cualquier música.
Pero lo que más te gustaba, era abrazar a Mamá y a Papá, que te devolveríamos la mirada, la sonrisa, que te hiciéramos cosquillas,…. aquí el gusto era mutuo.
Y así fue como fuimos creciendo como familia, y aprendiendo, con y de vosotros, nuestros maravillosos hijos, de los que tanta sabiduría se puede recibir si nuestros corazones están abiertos.

 

 

 

Creación de la web

27.02.2014 15:05

La creación de esta web surge por la inquietud de contribuir a la mejora del modo de vida en las aldeas agrícolas más empobrecidas del norte de Etiopia.

¿Por qué allí? principalmente por una cuestión personal;  tengo dos hijos, uno de ellos (Tarikú) además de una bendición del cielo, también fue un regalo de Africa, de esta zona en particular.

Un pedacito de nuestras vidas y de nuestros corazones se quedó allí y sentí que esta era una buena manera de seguir en contacto y cooperar aportando la ayuda que esté en mis manos y en la de todos aquellos que quieran colaborar.

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